29/7/09
Montecristo
Mientras el abuelo preparaba el juego en el balcón, la abuela se metía a la cocina y apagaba el fogón de la olla del almuerzo. Un mantel forrado en plástico vestía la mesa, y la camándula con que ellos rezan pendía al lado de la virgen. El abuelo saludaba al frente con gritos que cruzan calles y repartía las cartas forradas en plástico para tres jugadores. La abuela a prisa leía su juego, y el abuelo prendía el radio buscando la emisora donde hablaba Guillermo, ese Zuluaga de Satuario o Buenos Aires que les contaba chistes todas las tardes y que hizo parte del juego por 50 años más o menos. A veces repartían para más, para Montoño, Montecristina y los demás, y pasaban horas acusando en bastos , oros, espadas y copas oyendo todas las cosas locas que este amigo les contaba. Algunas veces almorzaban más temprano para ir al teatro América, pero casi siempre era él quien iba a casa. A la 1:30 muy puntual empezaba cada vez con un chiste nuevo, con personajes diferentes que representaban íconos de un pueblo, un pueblo antioqueño hijo de su humor. Ganar o perder no importaba, la revancha era mañana, lo importante era la compañía de los “Monte”, aunque la abuela quería que Guillermo se sentará en su mesa pero él hubiera comido poco pues en cada hogar le habrían ofrecido sancocho, fríjoles, sudao o frito, porque su casa fue cada rincón de Medellín, cada balcón de mi ciudad.
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1 comentario:
ay Juli te acabo de encontrar aqui.....
que cosa tan bonita!!!!!
muchos besos y abrazos!!
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