3/6/08
EN MEDELLíN HUBO UN BOSQUE
En Medellín hubo un bosque. Sí, un bosque como el de cuentos con muchas caperucitas y lobos feroces persiguiéndolas. Cuentos rosas, negros y verdes, muy verdes. Con historias de amores y desamores, amistades y traiciones, con historia de nuestra sangre paisa pícara y pujante, que sin saberlo destruye todo para luego arrepentirse. En Medellín hubo un bosque que fue el parque público más importante de la ciudad en la época donde había poco que hacer, la época donde la cultura era para todos pero no todos eran cultos. En Medellín hubo un bosque como de cuento y les voy a contar por qué.
Los baños El Edén, que conformaban lagos y pantanos, árboles y animales silvestres, y estaban ubicados al norte de una ciudad que no había tomado forma por ese lado y que apenas tenía centro, fueron cambiando su razón natural de ser por la de servir de parque recreativo a los seres humanos. Fue entonces cuando se le conoció al terreno como El Bosque de la Independencia empezando el siglo XX. Con la estación del ferrocarril a pocos pasos del lugar y las maravillosas atracciones como paseos a caballo, barquitas, deslizaderos y demás, las familias se aglomeraban en el tren buscando llegar primero para tener el mejor sitio en su día de campo. En esa época los barrios del norte como Moravia, El Bosque, Miranda y otros, eran apenas fincas con ganado, caballos y sembrados de frutas y verduras. Los habitantes del sector eran pocos y su única diversión estaba en el parque. Los jóvenes pícaros se sentaban a ver pasar a las hermosas jovencitas que acompañaban a su familia en el día de fiambre. En el bosque se unían las hoy mal llamadas “pelimoradas” con la servidumbre, el patrón con el obrero; era un espacio donde cabían todos. La naturaleza hacía que la ciudad de apellidos se uniera con la de nombres, la de mansiones con la de ranchos, que no se distinguieran palcos y gallineros, y al contrario del cine, el pobre veía los árboles al derecho, no como le tocaba en el Circo España dónde se ubicaba detrás del telón de proyección.
En el 68 la Sociedad de Mejoras Públicas de Medellín decide en compañía de ciudadanas comprometidas con la ciencia, señoras encantadas por las maticas, hacer de este parque un Jardín Botánico. En él vivió doña Arnolda, la esposa del jefe de jardineros de la época, quien cuenta que “era muy bueno vivir ahí porque era como vivir en una finca en el centro de la ciudad”, pues claro la carrera Carabobo, renovada en estos días, venía desde el mismo centro en línea recta y conectaba la zona con el comercio y la administración municipal y gubernamental. En el jardín se habían creado varios sitios de diversión para los visitantes y empleados. Había un bar y un restaurante donde les celebraban fiestas a los que mantenían el jardín presentable para que los pocos que conservaban la tradición del día de campo siguieran viéndolo como un bosque. Habían casitas no solo de trabajadores, sino de instituciones científicas y ecológicas que hacían sus primeras sedes, como la Sociedad de Ornitología de Antioquia. En este jardín también se conservaba la casa grande llamada Salón Restrepo, donde se celebraban matrimonios y primeras comuniones, además de las cientos de quinceañeras que tenían el jardín entero como estudio fotográfico. Ya en esta época nacían los barrios alguna vez invasores, en los que encima del antiguo basurero de la ciudad se construían casitas y se hacinaban en cuadras inventadas. No sólo los pobres ciudadanos que se rebuscan la vida sino también las víctimas de la violencia en pueblos vecinos, que desplazados forzosamente se refugiaban en estos sitios poco dignos para un ser humano, empezaron a habitar este sector y crearon espacios nuevos para la ciudad que más que desarrollo han sido de crecimiento en el mapa, en esa mancha de cemento que se ve desde las montañas.
Mientras el tiempo pasaba los visitantes eran menos y el sitio se deterioraba no sólo en sus edificaciones sino en su administración dónde la poca astucia e inteligencia de alcaldías y entes gubernamentales, dejaron que quebrara y propusieron construir viviendas en uno de los pocos sitios con historia de la ciudad. Levantar edificios en esta zona no es sólo un delito para la ecología, es un delito para la inteligencia de los ciudadanos que a pesar de no manifestar ninguna inconformidad y no dar públicamente sus opiniones, necesitan este espacio no sólo por el pulmón que es, sino porque la destrucción de la historia en el pasado nos impide recordar como fue algún día la villa, la pequeña villa de la que sólo conservamos nuestra forma de ser provinciana. La obra que daba inicio al nuevo amoblamiento del norte de Medellín, empezó por destruir las casitas que llenas de historia se regaban entre los árboles, pero que por motivos de desarrollo debían morir (aunque ya lo habían hecho en el olvido de la gente). Una estructura de arquitectura ceremonial y de material artificial se alzaba entre el bosque y ponía una colmena en el plano aéreo de la ciudad, nacía un nuevo centro de espectáculos, un sitio más donde empresarios puedan intentar poner, sin las características especiales de un lugar para tal fin, a bandas, grupos, orquestas y artistas que ensordecen la calma de un oso perezoso, ardillas, pájaros e iguanas que habitan el antiguo bosque. Pero tienen excusa pues en
Medellín no existen más sitios donde hacerlo, o por lo menos los que se utilizan tampoco tienen adecuaciones indicadas para esto. El Orquídeorama además de su exposición continua de las mejores especies florales de nuestra Antioquia, ha sido el espacio ideal para la música y la cultura. Otro nuevo edificio de poca densidad se construía al sur del jardín, el Edificio Científico. Este edificio de grandes cristales y colores que camuflan su espesor entre los árboles sería o será el centro de investigación más importante de botánica en la ciudad. Rodeado por un -por estos días muy de moda- espejo de agua que con color de piscina pública brilla con el sol de medio día, contendrá biblioteca, herbario, oficinas y laboratorios que esperemos sea de uso de niños y jóvenes, y no se queden en los antiguos empolvados que clasifican y archivan. Al lado opuesto de este edificio un restaurante estrato cien, con huerta en sus afueras y platos que alcanzan los treinta centímetros de altura entre hierbas y ornamentos incomibles colisiona de frente con el encuentro ciudadano. Un sitio que divide el jardín entre el fiambre y la carta, y que con sus precios es impensable hasta para los recién casados que aún conservan la tradición de la fotografía entre las flores, de excelente atención y sabor inigualable que no daría doña Adriana de Moravia ni teniendo la mejor sazón. Ella dice que a los habitantes circundantes del jardín, les preocupa lo que pueda pasar con los impuestos, pues no sólo es observar lo bonito que quedó el sector, sino lo que cuesta para la comunidad el tener este espacio cerca.
Los muros que cubrían el jardín a su alrededor fueron demolidos, y como el de Berlín significó la reconciliación del pueblo, pero en este caso con la naturaleza. Fueron reemplazados por rejas que dejan ver de afuera lo que pasa adentro, mala noticia para las chicas que de falda corta iban con sus novios a amarse entre la hierba y que sólo las observaban las hormigas que esperando un descuido se filtraban entre calzones para recordar el momento de placer. En el exterior, en el nuevo Carabobo, dispusieron bancas ubicadas en u que invitan a conversar y donde se sientan transeúntes a mirar por horas la naturaleza sin saber que la entrada es gratuita.
Este nuevo Jardín Botánico, con más cara de parque, pretende ser de nuevo ese bosque que reunía toda las clases sociales, el parque más importante de la ciudad y el referente para generaciones que pasen por sus árboles y dejen grabado en su memoria que en Medellín hubo un bosque.
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1 comentario:
hola, mi nombre es magdalena, perdón la intromisión pero la única dirección que conseguí para comunicarme contigo fue esta...resulta que estuve viendo unos de tus videos en youtube, uno que hiciste sobre el equipo de fútbol femenino de la universidad de Mdellín...no se si me podrías ayudar porque me gustaría hacer contacto con alguna integrante de ese equipo o con el cuerpo técnico; ya que yo pertenezco al equipo de fútbol femenino de la universidad de Uruguay (UdelaR)...desde ya disculpa las molestias y muchas gracias por el tiempo brindado
Magdalena Benítez
mariamagdalenabenitez@gmail.com
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